31 julio 2013

Alone with Gabby Bess... o bien: puedo llorar viendo porno.


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No me toméis por una loca cuando diga que este verso: «Hahaha, am I alone here?» es el que mejor resume el fantástico primer libro de Gabby Bess, porque es cierto. Durante todas las páginas que componen Alone with other people, la autora consigue lanzar al mundo una risa sana, inteligente y reivindicativa. Una risa sobre la fortaleza de la mujer, de la juventud y de la poesía. Cuando Gabby dice hahaha, despliega también ante nuestros ojos una serie de textos que encuentran primero la belleza de lo cotidiano, más tarde lo universal de su intimidad y por último (y lo más importante) esa sensación de que con este libro nunca, jamás, volveremos a sentirnos solos.  

28 julio 2013

Están apareciendo magnolias en mi lengua.




Cabalgarás. Dirás abultamiento/ melodía. Llevarás un muerto de la mano. Junto a él descubrirás tu seducción por el desorden. Escribirás entonces sobre la crueldad en tu lenguaje de cristales y de células, como si el deterioro fuera un espectáculo.

Pensarás
el tumor es una extraña certidumbre.
Daniela Camacho

26 julio 2013

Seal of approval: mis libros preferidos del primer semestre de 2013 y por qué deberíais leerlos.



Se acaba julio y parece que los lectores, los adictos y los coleccionistas de libros ya tenemos todos nuestros sentidos puestos en lo que será la alocada y nerviosa rentrée. Los grandes títulos del horizonte me llevan entonces a acordarme y a querer ordenar aquellos más me han gustado hasta la fecha, publicados dentro y fuera de España, y que más abajo señalo (el orden es aleatorio), reivindico y recomiendo:

-La trama nupcial, de Jeffrey Eugenides (Anagrama), por ser un retrato fiel del amor post-universitario, de las relaciones complicadísimas y de la locura. La mejor novela del año hasta la fecha.
-Un cuarto propio, de Virginia Woolf (Lumen), por ser una edición tan cuidada de uno de esos libros que a todos nos "cambiaron la vida".
-Poesía completa, de Anne Sexton (Linteo), por ser la primera vez que podemos leer a Anne Sexton de principio a fin. Una batalla ganada. Un volumen esencial en toda biblioteca.
-Así es como la pierdes, de Junot Díaz (Literatura Mondadori), por ser tan divertida, cruda y real. Por ser tan masculina y al mismo tiempo tan crítica con la masculinidad más desagradable.
-Como el ciervo huiste, de Iago Fernández (Delirio), por ser Iago Fernández el único narrador interesante, potente y prometedor nacido a partir de 1990 en este país. 
-Taipei, de Tao Lin (Vintage), por ser la mejor novela de uno de los autores más importantes de mi generación a nivel internacional.
-Todo ajeno, de Natalia Litvinova (Vaso Roto), por ser la gota que colma el vaso de la belleza poética que genera la autora. Y porque la fuerza de su voz ya es un hecho más allá de sus fronteras. 
-Una rubia imponente, de Dorothy Parker (Nórdica), por ser el libro que nos enseñó a ser mujeres más fuertes y más listas. Y porque la edición de Nórdica es una pasada.
-Alone with other people, de Gabby Bess (CCM), por ser una de las autoras que más me interesan del panorama de la Alt Lit. Su poesía es diferente, madura, feminista, social. 
-Virus tropical, de Power Paola (Reservoir Books), por ser tan real, tan loca. Gracias a ella afiancé mi interés por el cómic.
-La materia oscura, de Florian Werner (Tusquets), por ser uno de los ensayos más divertidos e instructivos (sí, sobre la mierda) que he leído en mi vida. 
-Cómo debería ser una persona, de Sheila Heti (Alpha Decay), por ser una lección de amistad, un artefacto narrativo tan original y una confirmación de la autora como uno de los valores más atractivos de la narrativa en inglés. 

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22 julio 2013

"Ted Hughes nunca te hará reír", sobre la nueva edición de Cartas de cumpleaños, por Gonzalo Torné.


¿Qué se puede decir del libro que más nos gusta, del más importante para nosotros? Se trata de una pregunta muy difícil, pero por suerte un libro de esa clase es apenas una conjetura. El libro favorito se divide en una constelación, un mapa cambiante que admite diversas escalas espaciales y temporales.

Cartas de cumpleaños no es el libro que más me gusta ni el más importante para mí, pero sí uno con los que más he disfrutado, y al que recurro con mucha frecuencia cuando quiero recordar lo que la lectura puede procurarme (una experiencia relativamente sencilla de olvidar a poco que el trabajo o la curiosidad lo internen a uno en el populoso espectro donde leer tampoco es tan sugestivo).

La ocasión de la relectura se debe en esta ocasión a la nueva edición que ha publicado Lumen. Y digo “nueva” porque la llamativa transformación del texto siempre a mejor invitan a felicitar a Villena y al editor por proporcionar un texto en castellano a la altura de la magnífica versión catalana que firmaron Fulquet y Ernest.

A decir verdad no soy un erudito de la obra de Hughes y sé muy poco de una vida demasiado escabrosa en sus salientes más visibles como para dedicarme a investigar. Ni siquiera he descubierto todavía un motivo de peso para leer a Sylvia Plath, claro que tampoco se puede estar en todo. Como el prólogo que ha escrito Andreu Jaume para la ocasión, además de la rara virtud de escenificar una erudición vivificada por ideas propias, supone una introducción al libro que no me siento capaz de mejorar, intentaré conciliar la exigencia de decir algo preciso sobre el libro (motivo por el que he sido invitado a esta “bitácora”) con la determinación a no clarificar demasiado los motivos del placer inmediato que me procuran siempre estos poemas (no vaya a ser que me lo fastidie) he decidido limitarme a comentar los tres primeros aspectos que me vienen a la cabeza:

1) Los veinte primeros poemas de Cartas de cumpleaños son una historia de amor, pero también adentran el libro en uno de los temas más importantes de la literatura reciente, tan importante que suele pasarse por alto: la adaptación de la virilidad a las nuevas exigencias sociales. En algún momento del siglo pasado los varones tuvieron la generosidad de ceder poder y libertad a las mujeres, iniciando así un proceso que no ha sido sencillo para ninguno de los dos géneros, y para el que no se disponía de carta de navegación. Nunca ha sido tan distinto ser hombre o mujer en el escenario urbano que durante los últimos cincuenta años. Nunca lo que ocurría tras el telón de la boda fue tan sugestivo para la imaginación creativa. En la novela, Bellow y sus seguidores han escrito en el centro de esta agitación. Los primeros veinte poemas de Cartas de cumpleaños aceptan ser leídos, desde el mordisco que Hughes le da a la pulpa del melocotón del árbol de la sabiduría (“era tan inocente sobre las cosas de la vida”) en adelante, como la sorpresa, la ilusión, y el esfuerzo que suponen intentar resituarse como hombre.

2) Igual ya se ha dicho pero gran parte de la obra de Hughes se lee como una página satinada sobre los efectos del dolor. Se trata de poemas donde una voz impersonal describe un rasgo de la naturaleza, o se exhiben criaturas míticas. Cartas de cumpleaños ilumina la subjetividad que se nos había escamoteado, el yo paciente de todo ese barullo de fuerza y emoción.

3) El principio operativo de muchas biografías o películas sobre escritores tienen a localizar un rasgo moralmente discutible (cuando no decididamente criminal) del personaje al que transforman en la clave explicativa (para exponerla o disimularla) se su obra. Esta clase de exhibición sólo “explica” la pobreza imaginativa y de ánimo de los biógrafos y directores. La vida humana es un compuesto tan espeso de ingredientes que hay que ser un dios o un idiota para evaluarla moralmente desde el sofá de casa. Hughes vuelca tal cantidad de sucesos íntimos (imaginados, cumplidos, truncados) y lo hace desde perspectivas anímicas y vitales tan contradictorias que las tres veces que he terminado el libro me siento incapaz de juzgarle. No se trata de que Hugues se las arregle arteramente para empañar mi sensibilidad moral, sino que la fuerza y la agitación de su relato la rebasa y la desfonda. Ante el espectáculo de la vida ya jugada, mi fría y protegida por la distancia capacidad de juzgar moralmente se revela como un instrumento ridículo. El libro se abre a otra clase de moralidad, pero no sé si la entiendo bien, y tampoco me queda espacio para irme por las ramas.

Después de Eliot hay cuatro poetas que se reparten el oficioso título de “mi poeta favorito en lengua inglesa” que cada cual concede en el camarín de su mente. W. H. Auden es como un tío materno, de inteligencia y brillantez estrafalaria, un punto caprichoso, y una pizca cruel, al que le sale con naturalidad el tono que Wilde se pasó la vida ensayando. Wallace Stevens es capaz de hacerme reír y temblar con un verso que ni siquiera consigo entender. A John Ashbery llevo más de un lustro leyéndolo y traduciéndolo, es el clima de mi mente, y sus poemas son un espacio imaginario donde me gustaría vivir. Ted Hughes nunca te hará reír y no creo que a nadie le apeteciese vivir en uno de sus poemas, como pariente parece un poco siniestro (sobre todo si no te gusta pescar), probablemente sea el mejor de los cuatro.


Gonzalo Torné
(autor de Divorcio en el aire e Hilos de sangre) 
Julio de 2013

21 julio 2013

Escribir poemas en mayúsculas.


Estaremos en la sangre
beberemos otra vez la tibia sangre,
compraremos un billete a ver la sangre.
Luisa Castro

19 julio 2013

Cuaderno de mar y víscera.










Todas las imágenes pertenecen al cuaderno de mi amigo Jesús Bosqued, y son de un proyecto (obviamente relacionado con La tumba del marinero) que tenemos entre manos. Desde que el libro salió han aparecido algunas reseñas y comentarios preciosos y amables. Creo que las páginas del cuaderno de Jesús son una de las mejores lecturas que se hayan podido hacer. Resumen a la perfección esos poemas de mar. Miles de millones de gracias. 

16 julio 2013

El hambre es la peor de las enfermedades.

El hambre es la peor de las enfermedades
El Dhammapada

Escuché mi respiración y entré muy dentro de mi estómago. Escuché mi digestión y entré muy dentro de mi alimento. Escuché el ruido de la tierra y me vi crecer. Escuché lo que ya apenas sonaba. Me vi crecer. 

14 julio 2013

El cazador, ¿cazado?


Una vez despachado el buey, mi abuelo se retiró a la casa, donde charló con la familia y dio consejos sobre cómo encargarse del cadáver de un animal sacrificado cuando tocaba hacerlo. Hacia media tarde, se levantó de la silla y tropezó ligeramente. Cuando los otros lo cogieron y lo ayudaron a sentarse de nuevo, estaba confundido y arrastraba las palabras. Se avisó al doctor local y dijo que mi abuelo había sufrido un derrame cerebral y debería ser llevado al hospital inmediatamente. En las semanas siguientes, su estado mejoró; al final recuperó todas sus capacidades físicas, pero su memoria a corto plazo quedó dañada para el resto de su vida. Nunca más fue capaz de cazar. Siempre me ha perturbado el momento del derrame cerebral. ¿Es casual que ocurriera justo después de disparar al buey? ¿Fue el derrame lo que le condenó a vivir la muerte como un acto de retribución... divino o de otro tipo? ¿El sacrificio de sangre no conlleva una economía general, sino restrictiva? ¿Los que comen la carne de la víctima son condenados por el pecado del padre?
Mark C. Taylor

11 julio 2013

Porque soy humana y otros humanos tramarán siempre nuevas maneras de matarme.

Después de casi tres años de trabajo, al fin mañana llegará a mis manos esta joya. Un libro de poesía que no es poesía, que es pura vida. Puro testimonio. Pura definición de lo que ocurre en las entrañas de una generación tan parecida y tan distinta a la nuestra, con unos referentes y una estética completamente lejanos. Así lo definen hoy en Playgroungmag (aquí), y así en el blog de El Gaviero Ediciones (aquí). 15 jóvenes poetas norteamericanos (la mayoría de ellos vinculados con la Alt Lit), traducidos por 15 narradores, poetas o editores españoles. Un lujo. Una alegría. Y este poema de Dorothea Lasky que servirá de adelanto:

Por qué es una Vida Negra

Por qué es una vida negra
Porque nada permanece
Y todo continúa sin sentido alguno
Porque soy un animal
Y siempre me sentiré extraña
Hasta que muera
Porque soy humana
Y otros humanos tramarán siempre nuevas maneras de matarme
Y no habrá más que soledad hasta un final
Que será más o menos solitario
Porque hasta entonces como sola
E ignoro a todos
A pesar de que me miran
Con sus cuencas vacías
Y yo leo un libro y soy incapaz de anidar en él
Porque digo cosas
De la manera más sencilla posible
Y me malinterpretan constantemente
Porque incluso cuando tengo buenas intenciones
Sigo siendo un criminal
Y siempre es mediodía
El sol caliente golpea sobre el asfalto
Con el pájaro rojo volando eternamente
Porque mis pies y mis brazos no se mueven
A no ser que yo lo quiera
Porque cuando lo hacen
Y se mueven solos
Da miedo
Porque lo que es peor que el terror
No es el terror
Sino la salud
Que es transitoria
Que a menudo es la peor de todos los amigos
Porque no hago más que suspirar y suspirar
Y suena como un perro que aúlla
Y nadie quiere ayudarme
Porque soy fea, odiosa y demente
Porque los únicos seres vivos que aman el timbre de mi voz
Son los bichos subterráneos
Que me esperan para unirme a ellos
(Dorothea Lasky)

09 julio 2013

Bappedekkel.

 Miremos de nuevo hacia fuera. El cielo amarillo.
Con hojas negras que lo rodean...
Jorie Graham

(El hambre se parece al hambre. Las sábanas se parecen a las sábanas. Los días se parecen a las noches cuando el apetito descansa.)

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08 julio 2013

5 libros sobre la enfermedad que deberías tener en tu biblioteca.



Últimamente bastantes lectores me habéis escrito por privado preguntándome por el tema de la literatura y la enfermedad (a raíz de las lecturas de La tumba del marinero y también de aquel post sobre Isla Correyero y su enorme poemario Diario de una enfermera), de modo que he decidido elaborar esta mini lista con los 5 títulos que considero esenciales en mi biblioteca a propósito de este tema. Sé que faltan los libros de cabecera (que si Mann, que si Sontag, que si Galeno, que si Broyard...), pero esos ya los conocemos todos y son títulos que saltan a la vista no sólo en las mesas de novedades sino también en toda buena bibliografía. Los que aquí selecciono son mis tesoros personales. Algunos de ellos marcaron un antes y un después no sólo en mis lecturas, sino también en mi escritura (o en mi enfermedad). Aquí os los dejo. Si hacéis click en cada uno veréis la razón:

1. Estar enfermo, de Virginia Woolf
2. El libro de Monelle, de Marcel Schwob
3. El emperador de todos los males, de Siddharta Mukherjee
4. Aprender a rezar en la era de la técnica, de Gonçalo M. Tavares
5. No sé de ningún mundo mejor, de Ingeborg Bachmann


Buenas noches.

06 julio 2013

La dieta de los ciervos.

A. W.
Mañana es el primer día de la estación del ciervo. La familia de ciervos volverá para desayunar, y el ciervo macho y yo nos saludaremos otra vez. Hemos empezado a entendernos, pero ninguno de los dos habla aún la lengua del otro suficientemente bien como para que yo pueda avisarle de lo que se avecina. Sé que cuando mañana el ciervo macho, la cierva y los cervatos dejen mi jardín y brinquen a través del campo, mi vecino los estará esperando y oiré su disparo.
Mark C. Taylor



(Será por el calor que desorienta. 
Me como a los hijos que no tengo.)

05 julio 2013

Comer (1): el tamaño satisface.


[Un diario sobre qué como, dónde y por qué.
Jueves, 4 de julio de 2013. Barcelona
El Club de la Hamburguesa]


A Ibrah le molesta que los camareros se apresuren a recoger la mesa cuando acabamos de dar el último bocado a nuestra comida, y aunque le doy la razón, también reconozco que el camarero que nos atiende desde que aterrizamos en El Club de la Hamburguesa (Valdonzella, 3) no lo ha hecho de mala gana. Simplemente pasaba por allí, vio las cestitas vacías y se las llevó de vuelta a la cocina. ¿Os ha gustado?, pregunta. Muy rico, digo. ¿Postre?, pregunta. ¡No!, suelta Ibrah, y el pobre camarero se despide apenado y dispuesto a preparar la cuenta.

*

Salimos con la tripa más que llena. La mía la sujeto posando las manos sobre mi pantalón de tiro altísimo (uno heredado de mi madre, posiblemente fabricado en los 90). Decidimos volver directos a casa porque hay que seguir trabajando y ya hemos perdido demasiado tiempo esta mañana, cada uno de reunión en reunión, en uno de esos días en los que la mente funciona a mil por hora, y la cabeza nos duele como si algo acabara incendiarse dentro. Salimos con la tripa más que llena, como siempre, de El Club de la Hamburguesa. Este sitio nos hace muy felices de cuando en cuando porque sus hamburguesas vegetales son, sin duda, de lo mejor que hemos probado en Barcelona. El sitio nos recuerda mucho a Home Burger, aunque con menos encanto que ese restaurante que tanto recomendaba Popy Blasco en su blog en 2010. Aquí llegamos por primera vez hace más de un año, cuando ya llevábamos algún tiempo siendo vegetarianos. Vinimos con nuestro colega Vanity Dust porque a él sí que le encanta comer buena (y mucha) carne. Y lo genial de El Club de la Hamburguesa es eso, que el tamaño importa, o lo que es mejor: satisface. Las hamburguesas vegetarianas las hacen con mucha dedicación, eso se nota. Les ponen berenjena y semillas, y una salsa que aún no sé de qué es, pero lo averiguaré: está deliciosa. El pan es consistente y eso ayuda a que el invento no se desmorone. Hay un punto divertido en ponerse como un guarro comiendo con las manos, pero se supone que estamos pagando 7,60 € por una hamburguesa (¡¡¡sin patatas!!!) y por ese precio no quiero tener que usar más de tres servilletas.

*

Me pincho la insulina, Ibrah coge la bolsa de libros que yo traía de la reunión y los dos salimos, repito, con la tripa llena. Hemos tomado dos hamburguesas vegetales, una pequeña ensalada de queso de cabra con nueces para compartir, un agua con gas para él y una cocacola light para mí. Un total de 23,60 € que no me parecerían tanto si no fuera porque en este restaurante hacen menús y ofertas muy económicas para casi todas sus hamburguesas, excepto para las vegetarianas. ¿A qué esta “discriminación”, amigos de El Club de la Hamburguesa? ¿No creéis que estáis rechazando a un gran número de clientes que consumirían gustosísimos vuestro menú vegetal entre semana? Si Ibrah y yo no venimos aquí con más frecuencia, es precisamente por eso.

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Precisamente aquí hemos venido a hablar de trabajo. Como dije, yo vuelvo de una reunión con nuevos retos, con nuevas ideas y también con algunos cómics de Juanjo Sáez que faltaban en mi colección (aunque lo cierto es que colecciono cómics y novelas gráficas desde no hace mucho, me da miedo aficionarme porque las ediciones son preciosas y jugosas, y la sección de novela gráfica de La Central sería un peligro absoluto para mi cuenta). A Ibrah también le ha ido bien la mañana. Desde que los dos trabajamos en casa el hecho de “salir al mundo exterior” ya es una necesidad (o incluso un lujo), y por eso uno de nuestros mayores placeres, además de salir a pasear a mediodía o de pimplarnos cada uno una botella de vino mientras vemos comedias de situación, es el de ir a comer a sitios nuevos, a sitios buenos, a sitios extraños, a sitios de donde podamos copiar recetas para luego reproducir en casa.

*

Porque cuando la mente está a punto de arder, lo mejor es llenar el estómago. Y si no engordamos (demasiado), es porque luego volvemos a quemarlo todo, quizá, con estos nervios que día a día nos consumen. Comemos y hablamos de trabajo. Comemos y pensamos en nuestros portátiles, en nuestros teclados, en nuestros correos por responder, en nuestros deadlines y en nuestros respectivos jefes. Comemos y otras parejas se sientan a comer. Comemos y rociamos nuestros panes con clásica salsa Heinz. Comemos y bebemos una cocacola de lata con los bordes congelados. Comemos y en un momento dado creo oler desde mi puesto los contenedores que hay al otro lado de la calle (pero me digo que no, que es imposible que allí huela mal... y que será un despiste). Comemos y estamos felices y deseamos que el mediodía se prolongue lo máximo posible porque aún es jueves y, aunque ya es cercana, nuestros ojos no alcanzan a ver la siesta del fin de semana.

*

Ibrah paga la cuenta. Salimos, insisto, con las tripas muy llenas. De camino a casa pienso en que me gustaría volver a escribir un diario. Y hablar de comida. Y alabar la comida. Y quejarme de la comida. Y digo, ¿por qué no? Así que escribo sobre El Club de la Hamburguesa. En resumen: no está mal.  

01 julio 2013

Tumbas, pajarracos, anclas y otras noticias.


Aquí viene un post informativo, breve y lleno de links:

1. En las últimas semanas se han publicado algunas entrevistas que me han hecho en varios medios y que quiero compartir con vosotros. La primera es la de Pliego Suelto, y en ella hablamos, sobre todo, de la creación en Internet (ver aquí). La segunda es la de Cadillac, una revista Italiana en la que me preguntan por el estado de la poesía más joven en España y en el mundo (ver aquí). La tercera y última es la de Tender Journal, una revista inglesa sobre creación hecha por mujeres, en la que charlamos sobre poesía y mujeres, sobre poesía y sobreexposición en las redes y sobre Bluebird and Other Tattoos (ver aquí). Millones de gracias.

2. Precisamente de Bluebird and Other Tattos se publicó una reseña el otro día en I AM ALT LIT (ver aquí). Una reseña que me hizo mucha ilusión porque sigo este Tumblr desde hace tiempo y en él he leído las reseñas de algunos de mis libros preferidos de los jóvenes autores norteamericanos. Millones de gracias, otra vez.

3. Hoy estoy feliz porque a lo largo del día entró a imprenta la segunda edición de La tumba del marinero  y también la antología de poesía norteamericana que El Gaviero y yo (y todos los geniales traductores) llevamos casi tres años preparando: Vomit. Pronto os mostraremos la portada, y algún poema, y veréis qué genial ha quedado. De La tumba del marinero tengo más buenas noticias, pero aún no puedo contarlas. El otro día lo presentamos en la librería Cálamo de Zaragoza, con Alberto y con Vilas, y fue precioso.Así que millones de gracias, otra y otra vez. 

4. Aquí (en este link) recomiendo algunas de mis lecturas del mes de junio. No os perdáis a Fleur Jaeggy hablando de Marcel Schwob. Ni a Judith Schalansky dando lecciones sobre cómo sobrevivir.

5. Creo que eso es todo. Ah. La de la foto soy yo antes de cortarme el pelo, en un pantallazo del iPhone llevado a Instagram. La foto original me la hizo Mai Love, que este viernes estrena exposición de fotografía en el Inusual Project del Raval. Habrá chicas desnudas y cerveza. Y será divertido.

Ahora sí. 
Eso es todo.